viernes, 5 de abril de 2013

La historía no es siempre lo que parece

La tarde estaba todavía salpicada por los últimos rayos de un sol rosáceo que se ocultaba tras un bloque de edificios. Hacía frío para estar a fines de marzo. No había sido un verano demasiado cálido pero si terriblemente seco. Los escasos árboles que había en la calle habían perdido sus hojas antes de tiempo, e incluso algunos de ellos habían perecido...

El sol seguía ocultándose tiñendo el cielo de un color rosa anaranjado que se oscurecía rápidamente. Se oscurecía igual que mi ánimo. NO! Aquel no había sido un buen día para mí.

No había conseguido trabajo desde que la editorial se negó a darme más dinero ya que hacía casi dos años que no conseguía escribir una línea que resultara inteligible. Mi pareja me dejó cuando no pude seguir pagando las facturas y el encargado no paraba de agobiarme pidiéndome las malditas expensas.

Llegué a casa caminando en zigzag. Era una estúpida manía, pero se tarda más en hacer el recorrido y tenes más tiempo para pensar a donde ir. Entre en el viejo edificio en donde vivía, subí la escaleras con mucho sigilo procurando no alertar de mi presencia al encargado. Entre en mi departamento y me desplomé en el sillón y cerré los ojos por un instante ...

Debí quedarme dormido porque cuando volví a abrirlos el reloj que había en la sala de estar marcaba casi las doce de la noche. Para haber dormido varias horas me sentía realmente cansado. Me preparé algo para comer, que dicho sea paso era muy poco ,mis provisiones se estaban acabando al igual que mi dinero. .

Me dirigí a mi habitación con la luz apagada aprovechando la poca luz que entraba por la ventana gracias al enorme cartel del edificio de enfrente; y por primera vez un extraño pensamiento cruzó por mi mente. Estaba realmente desesperado y la fugaz idea de vender mi alma al diablo cruzó por mi cabeza, y mientras me dirigía a la cama rumiaba que no estaría mal que se me presentase Satanás en mi casa; Pero desechando la idea me acosté y traté de dormir

No habían pasado ni cinco minutos cuando escuché con un lánguido susurro una voz que me llamaba. Pensé que era el viento, así que me levanté a cerrar la ventana que al acostarme había dejado entre abierta, cuando escuché, esta vez con más claridad, la voz que volvía a pronunciar mi nombre.

Me giré con cautela mientras mis pelos se erizaban por el terror. Un ser pequeño con dos cuernos y rabo rojo me miraba sonriente. Lo reconocí de inmediato, era Lucifer; pero apenas pude pronunciar su nombre. Me miro fijamente y con una voz penetrante habló: - Hola muchacho. No tengas miedo.

- No lo tengo.- Contesté con un ligero tartamudeo en la voz.

- Pues tendrías que verte.- Dijo con una ligera sonrisa.- Estás pálido como el mármol, y parece que tus ojos quieran salirse de sus órbitas. Te advierto que la gran mayoría de cosas que te han explicado sobre mí son falsas. Los curas, las monjas, tus mayores, y todos los fanáticos cultistas; no hacen más que manchar mi nombre con una sarta de mentiras.

-¿ Mentiras ?- Dije cambiando el tono voz por irritación.- Mírate tú. No eres más que un diablo rojo, tienes cuernos y cara de chivo. ¿ Porqué no habría de creerles ? Busca a otro Fausto. Busca otro iluso que se deje seducir por tus demoníacos encantos. Yo solo quiero dormir.


-Iluso!- Contestó enfadado.- Crees todas esas falacias sobre mí. Cierra los ojos y trata de Imaginarme de otro modo Traté de resistirme, pero me sentí obligado a hacer lo que me decía. Cerré los ojos y cuando los abrí, aquel feo engendro satánico había desaparecido y en su lugar había un hombre de mediana edad, uno setenta y seis, ochenta y cinco kilos, pelo castaño y ojos marrones. Un hombre como cualquier otro. Vestía téjanos y camisa a cuadros. Alguien que en la calle no hubiera llamado más la atención que yo mismo.

Asombrado, más bien perplejo traté de hablar, pero él tomo nuevamente la iniciativa.

- Ves. Ya no te parezco tan diabólico. Me ves tal y como me imaginas, y te aseguro que no soy tan malo como me ha descrito la iglesia. - Pero eres el diablo.- Dije levantando la voz.

- El cielo.- Dijo ya muy enojado.- Ese cielo en que sueñas ir algún día. Ese sueño que crees que aguarda a las almas buenas y caritativas al final de sus vidas. Ese cielo donde un Dios magnánimo perdona y todo es felicidad eterna. Ese cielo, no existe. El cielo no es más que un club privado con un cartelito de se reserva el derecho de admisión. En ese cielo solo entra la gente formal, gente escogida a dedo por el que tu llamas 'Dios'.

- ¿ Porqué habría de creerte ? - Contesté con la voz turbada.

- Déjame contarte una historia. -Dijo esto con un tono amable e hizo un extraño gesto con la mano cambiando totalmente el escenario. El instante anterior estábamos en mi habitación y ahora... Era la luna. Estábamos sobre su rugosa superficie mirando la tierra. Una gran bola azul que se encontraba aproximadamente a la altura de mis ojos. Lucifer me dijo que no me alarmara y comenzó su historia:
» En el cielo.- dijo.- todo era paz y armonía. Dios, en lo que podríamos decir que era su 'trono celestial' lo observaba todo. Yo y mis demás compañeros, los ángeles, no teníamos más misión que alabarle todo el día. Poco a poco nos dimos cuenta del modo despótico en que Dios trataba a la humanidad.



El padre supremo.

¡ JA ! Un padre no trata así a sus hijos.

El elegía al azar quien vivía y quien moría, quien era feliz quien triste, quien era sano y quien deforme. Su poder era absoluto y jugaba con las vidas humanas como si de soldados de plomo se tratase.

»Y así pasaron los años, los siglos; y por fin un día cualquiera de hace muchos siglos hubo una gran revolución. Un grupo de ángeles nos pusimos de acuerdo y nos sublevamos contra el absolutismo despótico de Dios. Estábamos hartos de ver sufrir a la humanidad. Dios, por divertirse mandaba diluvios, y plagas contra vosotros los humanos.

»El resto es bien sabido por todos. La sublevación fracasó y fuimos desterrados. Al igual que el resto de vencidos sufrimos calumnias, odio, humillación.. Fue duro. Tuvimos que subsistir bajo la sombra de Dios mientras él proclamaba en el mundo lo malos que éramos. Nos difamó e hizo creer a la humanidad que éramos nosotros los diabólicos, los demoníacos, los malos...

»Esta es la historia. Nosotros tratamos de defendernos pero es muy difícil luchar contra él.

Me quedé unos segundos parado, sin saber que hacer o que decir. La historia que me había contado parecía tan cierta... Mientras Lucifer continuaba con su historia.

»Perdimos, sí. Pero te aseguro que si hubiéramos ganado todo hubiera sido distinto. Habríamos promulgado la igualdad. No habría existido ni el bueno ni el malo, ni la muerte, ni el odio, ni el fracaso, ni cielo, ni infierno. No existirían las enfermedades ni el hambre, ni los templos para esa adoración que Dios tanto exige. Tampoco existirían todas esas pruebas que Dios impone al hombre ni los tabúes ni los dogmas. Y lo más importante de todo: no existirían ni el diablo ni dios ...

»Este mundo sería un paraíso terrenal. Como aquel Edén que nunca existió.

»De Haber ganado ...
Mientras esta última frase era pronunciada por sus labios, una lágrima resbaló por su mejilla; y entonces le creí. Le grité que me llevara con él. No quería volver al mundo una vez perdida la esperanza que antes me sustentaba. Y en medio de un grito me vi despertar en mi cama con el cuerpo empapado en sudor. Hubiera pensado que era un sueño de no ser por Lucifer que estaba allí, mirándome.

Su ojos, ahora melancólicos, llegaron a conmover todas las fibras de mi corazón. Y se esfumó poco a poco diciéndome que tenía que elegir yo y que ahora ya conocía la verdad sobre dios y el diablo.

Yo... yo desde entonces, bebo, robo, delinco. ¿ De que me sirve ahora ser bueno si se que el cielo es una farsa ?

Ya no quiero subir al cielo cuando muera. Ahora se que cuando muera iré al infierno, al dulce infierno. Y se que allí me estará esperando Mi Amigo Satán.

No hay comentarios: