sábado, 18 de mayo de 2013

Buscapié

Los cuentos de la desdicha abundan, como ella, en estas sucias veredas.Un cualquiera le dijo que si hallaba una moneda por la calle la gastara urgentemente, que era de mala suerte conservarla, al igual que el dolor, al igual que el llanto; que la usara en cualquier cosa, en un caramelo, un sueño, o que la derrochara, pero que era de peor destino ignorarla, como si no le creyera.
Quién sabe: la moneda que Demetrio no vió rueda oculta, inalcanzable, prodigando maldiciones a los ciegos, a los pobres, a lo locos, a los tristes.
Quién sabe: Demetrio echo al bolsillo una mano con jazmines y rescató los aromas como un mago, se perfumó con poemas de Girondo y vagó bajo la lluvia como un duende.
El silencio fue un alivio para caminar despacio, a la deriva del alma, no había rincones sin sombras, ni escondrijos sin fantasmas, ni la necesidad de albergue; sólo el mágico sonido de sus pasos, a veces con el retumbe, a veces con el chasquido, y la imperiosa voluntad de ir tan lejos como cercano me fuera el abandono.
Y ni un contador de historias callejeras, y ni un borracho lamiendo su cigarrillo mojado, nadie más que la verdad de su presente, y la moneda rodando entre sus huellas, como un perro rengo asido a su camino, persiguiéndole y siendo el perseguido, recordándole que existe la mentira en la cara que no muestran los amigos y en sus manos apretando una distancia imposible de vagar con la caricia....
Los argumentos del hombre son tan raros, la vergüenza del mendigo es incurable; es la parodia de una música que acerca la melodía de nunca, una trampa, es como la dulce sirena que no existe y nos marea sobre la muerte del agua, es como en la soledad hallar la cama caliente de recuerdos que nos duelen, es como decir estar en otro sitio y, sin embargo, no estar siquiera en uno, es como correr detrás de la moneda que no es nuestra y tampoco es un tesoro, pero el hombre siempre la hace necesaria.

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