Abajo el ataúd de la tierra, abierto, esperando el bocado del olvido, el sepulcro hueco y sin memoria de la nada, el hechizo desmayado del vacío y la soledad infinita.
Así es el derecho y el revés de las cosas, el árbol del que pende la soga, el instante que arrancan los viejos dientes del dragón al filo de un latido.
Más allá del último borde se cae el mundo al precipicio, el lagarto no encuentra el final del túnel, las arañas sienten vértigo al trepar por la tela.
Esto es lo que hay. Nada más: El frenesí de un pájaro con un candado en las alas y cerraduras de plomo que le roban los ojos.
Fernando Luis Perez Poza
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